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Auxiliares de la Justicia
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Ing. Andres Aliaga

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22 de Octubre, 2015 · General

El cinturón nos salvó la vida

34 – El cinturón que nos salvó la vida – Ramiro Buteler ‪#‎violeta‬

Una vez leí sobre el silencio inmutable. (No el silencio atroz con el que me hacen bromas por ser hincha de River) es un silencio que los científicos o sociólogos dicen que se da unas milésimas de segundos al instante después de que ocurre un accidente. Nadie sabe cuánto dura, pero quien vive una experiencia de este tipo lo asegura.

Yo les afirmo que ese instante existe.

Acaba de pasar el momento del silencio inmutable. Me doy cuenta porque de repente todo se llena de ruidos y sonidos estremecedores. Gritos, crujidos, humo, tierra y muchos vidrios. Caos y más caos por doquier. Desde adentro comienzo a escuchar los gritos de Olivia. Siento sus gritos dentro de mi cuerpo, luego me doy cuenta que los gritos vienen desde atrás, o de adelante ¿De dónde vienen? ¿Olivia dónde estás? Es el timbre de voz de esta niña tan particular. Grita sin parar, sin tomar aire.

(Ramiro concéntrate)

Mi cabeza me habla siempre ¿Acaso a usted no le sucede a menudo? Hay días en la que no la escucho pero ahora estoy perdido, la dejo seguir…

(Ramiro es Olivia, grita desesperada pero no es dolor, es grito de terror)

Eso significa que no está golpeada, que está asustada. ¿A dónde estoy? Instantáneamente vuelven las imágenes de algunos segundos atrás. El auto - la ruta - Ella manejando – un movimiento brusco – trompos – muchos trompos – banquina – vuelcos – humo – silencio…

¿Dije humo?

(Si Ramiro, dijiste humo)

Intento hablar, me cuesta. Dale che, enfócate, acciones rápidas y concretas. Dale, dale, dale. No hay tiempo que perder. Trato de mover las manos, me duelen, pero se mueven bien. Los pies, el tobillo, mi famoso tobillo. Perfecto. Sigo atado, siento que me duele el pecho donde aprieta fuerte el cinturón de seguridad. Lo toco con la yema de los dedos y le agradezco. El tiempo pasa, eso creo, porque todo esto solo ha sido segundos, o no sé… Busco el botón del cinturón con mis manos y presiono fuerte. Al destrabarlo caigo de manera brusca hacia arriba… ¿Hacia arriba? ¿Dónde estoy?

(Ramiro concéntrate, el humo)

Estoy en el piso del auto que en realidad es el techo y ahí entiendo todo. Estamos en una ladera con el auto patas para arriba, Olivia no para de gritar. Pero está asustada no golpeada (se lo cuento porque los padres tenemos esa capacidad de saber cuándo lloran por berrinche, cuando por enojo y cuando realmente por algo grave) este no es el caso. Me doy vuelta y Felipe me está mirando fijo. Le grito su nombre. No responde. Grito más fuerte aún ¡FELIPE! Sigue sin responder, el humo no me deja ver bien, los vidrios, los airbags explotados y los hierros del auto me nublan la visión. ¡FELIPE! ¡BEBÉ! ¡FELIPEEEE! El no responde y me temo lo peor. Miró a mi izquierda, o a mi derecha (todo esta cruzado cuando uno está en un auto ruedas para arriba) y Pame no está. En el lugar donde debía estar su cuerpo está el techo del auto aprisionando todo lo que tiene a su alcance. El volante está a la misma altura que el techo (o el techo a la altura del volante en realidad.

(Llamala, grítale, dale Ramiro)

Mi cabeza esta vez no me habla. Me ordena.

¡Pame! ¡PAME! Nada. Me arrastro como un soldado y la visualizo. Esta de rodillas fuera del auto con la cara ensangrentada. Esta mirando fijo la parte posterior del auto. Se mueve despacio y como aturdida. Una bocanada de esperanza me inunda de manera repentina.

(Ramiro los chicos)

Las puertas no abren, pateo fuertemente con mis talones una de las ventanas buscando romperla. Nada de nada. Intento de nuevo. Pateo enérgicamente dos o tres veces más sin obtener resultado. Giro la cabeza y veo que Agustín me mira tranquilo. Esta shockeado pero está bien, respira dificultoso, todos lo hacemos.

(El humo Ramiro apurate, el humo, ENFOCATE)

Deja de hablarme, no grites ahora le digo enojado. Es una charla de locos.

(Dale, no perdas tiempo)

Acepto que tengo que hacerle caso. De refilón observo que Pame se levanta y se acerca a nosotros, trata de abrir el auto (o lo que queda del mismo) y no puede hacerlo. Estiro la mano para destrabar la sillita de Felipe, siempre cuesta sacarle el cinturón, imagine usted ahora acostado en un techo con cientos de objetos alrededor. Mate, termo, dvd, galletas, ropa, cajas, más ropa, y partes de autos rotas dificultando la visión. Logro sacarle el cinto sin darme cuenta que Felipe cae de manera brusca sobre el techo del auto. El golpe es seco y lo hace volver en sí. Llora fuerte.

(Llora de susto Ramiro, Felipe está bien)

Sonrío y lo abrazo ¡Grande Felipe! Su olor tan particular, hermoso mi bebe pienso...

En ese instante mi esposa bordea el auto y logra abrir la puerta trasera del acompañante. Le alcanzo él bebe y le digo que me reciba a los demás. Saco a Olivia que no para de gritar aterrada y se la entrego. Queda Agustín, mi precioso enano de diez años que no dice nada y dócil me facilita que le destrabe su cinto.

(El humo Ramiro, apurate)

¡El humo! es verdad. Salgo como soldado dando pasos con mis codos hasta tocar tierra firme. Me paro y les digo que corran lejos del auto. Olivia al ver a Pame ensangrentada vuelve a entrar en pánico gritando. La tomo con un brazo y en el otro lo tengo a Felipe como un monito acostado sobre mi hombro. Nos alejamos y la imagen es espeluznante: Humo, tierra, el talco de los airbags y el auto tambaleante en el medio de la nada, contengo la respiración, mi cabeza vuelve hablar.

(Estamos vivos la puta madre que los remil pario ESTAMOS VIVOS)

Comienzo a reírme a carcajadas. Parezco un loco querido lector, pero rio de felicidad.

Pame me mira sorprendida. Está como perdida, con lágrimas en los ojos intenta disculparse o decir algo excusando lo sucedido. La tomo por el codo y la acerco a donde estamos con los chicos y le grito sonriendo:

¡Estamos vivos! ¡Mira hermosa, estamos los cinco! ¡Estamos vivos! No logro terminar la frase y me arrodillo en el pasto con Felipe en mis brazos y dejo que las lágrimas salgan a chorros. Los cinco ahí a los gritos, despeinados con sangre y moretones, pero vivos. Estamos vivos. Enteros. Estoy feliz. Vuelvo a ser consciente y a conducir de manera racional mis actos.

A los veinte minutos recién pasa un camión con un auto por detrás que logran vernos y nos auxilian. Luego vinieron ambulancias, grúas, mucha gente y policías. Pero eso es otra historia. Esta es la historia del día que volví a nacer mi querido lector, de un día en donde Dios, la vida y el Universo me dieron a mí y a mi familia una segunda oportunidad.

¿Por qué decidí contarlo?

Porque es algo que pasa a diario y no lo vemos. O estamos demasiados acostumbrados y eso nos tiene sedados a una cruda realidad. Los accidentes de auto son parte de la diaria de cada uno de nosotros. Somos una sociedad que ha naturalizado los choques, las muertes y las perdidas. Lo vemos en noticieros, en diarios y en charlas entre amigos ¿Quién no tiene algún conocido que haya sufrido un accidente? En eso estamos todos de acuerdo, en lo que NO debemos perder sensibilidad y pre ocupación (con esto quiero decir ocuparnos previamente) es de USAR EL CINTURÓN DE SEGURIDAD SIEMPRE. Es una frase trillada y mas que conocida: “El cinturón de seguridad salva vidas”

Cuando ya no quedaba nadie y solo estaba la ruta, un policía, los resto de mi auto y algunos conos naranjas me puse a caminar alejándome del auto para pensar. A unos 200 mts del vehículo encontré una de las zapatillas de Felipe (mi hijo menor de tan solo 11 meses) tiradas en la maleza. Me quebré por completo. Mientras lloraba pensaba que hubiera sido de él si no hubiera estado atado a su sillita. Y ahí decidí que esto increíble que me había pasado debía ser compartido.

Usa el cinturón. Siempre. Si no lo queres hacer por vos, hacelo por la cantidad de gente que te ama y te espera para abrazarte. Hoy estamos todos vivos e ilesos porque todos veníamos atados. ¡La familia Buteler se va quedar en esta experiencia de vivir un tiempo más!

Hasta la semana que viene! Sigo siendo el color violeta de Catarsis!

publicado por andresaliaga a las 10:59 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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